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Es momento de reencontrarme. Mirarme al espejo y hacer inventario. Si me siento contenta, si tengo más penas que alegrías o viceversa. Si estoy pensando en mí primero o me dejo de lado. Siento que he perdido mi centro, que estoy vulnerable, que cualquiera cosa a mi alrededor puede afectarme y que estoy poniendo mi felicidad en manos de otras personas.
¿Acaso soy una farsante? Me la paso escribiendo que la felicidad depende de nosotros, que somos los únicos con la potestad de generar esos momentos y también de alejarlos. Pero hoy que me siento triste, me cuestiono, me desnudo… Una de mis hermanas de alma me dijo: “lo escribes tan bien y hay cosas que no aplicas en tu vida”. Y sí. Hay días en los que no soy capaz de hacer todo lo que recomiendo.
Mientras escribo las lágrimas se escapan. No sé si extraño a mi gente en Perú. Solo sé que quiero correr. O terminar estas líneas, acostarme y dormir un par de días completos. Pero mañana debo trabajar y mi carácter fuerte y dominante se potencia en mi lado profesional. Personalmente, es otra historia: divago antes de tomar decisiones, me detengo a pensar primero en el bienestar de quienes me rodean, antes que en el mío. Aunque no lo crean, me falta reconocer que también puedo ser débil.
¿Qué es lo que queremos las mujeres? No lo sé. Pero sé qué es lo que quiero yo: más días de sonrisas y abrazos y menos de peleas y problemas. Quiero días en los que pueda ser yo la que busque un hombro y no ser el hombro de alguien. Quiero días en los que me den un pañuelo para secar mis lágrimas y no ser el pañuelo de lágrimas de los demás. Quiero días en los que me miren con amor y días en los que la pasión sea todo. Quiero días para que me escuchen y no solo escuchar, ratos para quejarme de todo lo que me molesta y no solo mirar el lado positivo de la vida. Quiero días para botar toda la mierda sin sentirme culpable por eso; para hablar sin el temor de que mis palabras sean analizadas para ser criticadas. Días en los que esté permitido no ser perfecta, ser vulnerable y no ser juzgada por ello.
¿Por qué hay que esconderse del mundo cuando no estás contenta? ¿Por qué tenemos la obligación tácita de poner la sonrisa tonta y falsa? Hace pocas semanas escribí “Hoy quise llorar”, un texto que nació de una semana para el olvido. Tal vez esta es la continuación, porque si bien es cierto que me examino frente al espejo cada mañana, quizás no soy tan sincera conmigo misma. Algo pasa conmigo y la forma en la que me miro. Me estoy dejando consumir por el día a día.
Estas líneas han servido de catarsis y si terminan de leerlas debo agradecerles, porque seguramente esperaban otra cosa. Solo que hay semanas en las que las emociones se desbordan y esta es mi forma de encontrar el equilibrio; unas letras que ponen un dique temporal en mi alma. Hay días en los que es más fácil seguir adelante, y otros en los que cada paso duplica su dificultad.
Ahora se viene lo complicado. Recordar lo que quiero (primero yo), visualizar lo que quiero ser hasta fin de año y grabármelo en el pulso como un objetivo primordial. Si se identifican con algo hagamos el ejercicio juntas, y veamos cómo nos va hasta diciembre. Quizás logremos hacer un grupo enorme y dejaremos de sentirnos tan solas en este silencioso martirio. ¿Cuándo será tu turno? ¿También te estás postergando?