Les escribo para confesarles varias cosas. Los amo, siempre lo he hecho. Tengo claro que sin ustedes no habría vida, y si la hubiera, sería muy aburrida.
Siento que vivimos un momento de tensión, de desinformación, de extremismos y de odios sin límites. A veces no calculamos el daño que hacen las palabras pero, más allá de eso, esas discusiones hacen que no nos demos cuenta de la realidad.
Puedo decir que he tenido a los mejores hombres al lado a lo largo de mi vida, aunque también me he topado con canallas, abusadores, acosadores que, afortunadamente, no son la mayoría.
Los hombres que me han rodeado me han enseñado que no hay nada más importante que el respeto, que el amor a mí misma y, sobre todo, la independencia. Pero yo tuve suerte…
Hoy, en estos momentos cruciales, me considero afortunada de haber contado con ellos en mi camino. Por ellos también soy feminista, por los que me dijeron que la lucha por desbancar la superioridad de un ser humano frente al otro, es la lucha correcta. Por los que compartían conmigo mis ideas sobre la equidad y la igualdad en mi entorno.
Por eso no logro asimilar la rabia desatada por la protesta mundial Un violador en tu camino. ¿Qué les asusta? ¿Qué les incomoda? ¿Que un grupo de mujeres cante “y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía? ¿Es en serio?
Mi pregunta, hombres que me leen, es ¿de quién es la culpa entonces? ¿Qué es lo que está mal en esta afirmación, que comenzó en Chile, denunciando los abusos de carabineros luego de las protestas en el país del sur?
“Son feas”, “no violaría a ninguna”. ¿No violarían a ninguna por fea? ¿Es decir que en la mente de los que escribieron tremendas aberraciones existe la posibilidad de violar a alguien?
La mayoría de las voces antifeministas dicen que quienes lo somos, odiamos a los hombres. Después de leer mensajes de algunos de su género, se evidencia que, más bien, hay hombres que están cargados de odio hacia las mujeres.
Es más triste leer estos comentarios llenos de prejuicios y estereotipos, firmados por hombres que dicen amar y respetar a sus esposas e hijas.
Los violadores, psicópatas y asesinos están en todas partes: en los colegios, en las calles, en las familias, en las iglesias. A cualquiera de nosotras nos puede pasar.
Por eso, cuando lean, escuchen y vean una manifestación de mujeres que reclama acción para frenar la violencia de género, el abuso, la discriminación, piense antes de escribir u opinar. No es personal. No es contra los hombres en general, es contra una sociedad que ha sido diseñada para vulnerar nuestros derechos.
La culpa tampoco es de ustedes, amados hombres. La culpa es de todos los que seguimos permitiendo que todo siga igual y nada cambie.
La lucha no es contra ustedes, sino a su lado. Gracias a los que caminan a nuestro lado, a los hijos, padres, hermanos, novios y esposos que nos acompañan y nos impulsan a ser mejores, independientes y fuertes.
Los quiero,
Catrina