Si para algo somos buenos los ecuatorianos es para subirnos a la camioneta. Todos toditos todos. Sin excepción. Nos acostumbramos a comenzar a hacer fuerza y alentar recién cuando el sueño está a punto de convertirse en realidad. Nos alegramos y enorgullecemos solo cuando nuestro representante está a punto de ganar. Exigimos apoyo a las instancias pertinentes cuando el proceso ya terminó, cuando ya se vendió el libro, cuando el actor fue reconocido internacionalmente, cuando la escritora es alabada por el NY Times, cuando el cantante gana el festival o cuando la miss se queda con la corona. No acompañamos procesos. Ni nosotros, ni el Estado, ni nadie.
Y no, no soy amargada. Soy realista. Cuando gracias a su propio esfuerzo un ecuatoriano lleva el nombre del país a lo más alto, recién en ese instante nos acordamos –o nos enteramos- que existen. Es en ese preciso instante cuando, generalmente, empezamos a googlear. Son muy pocas las marcas privadas que creen en ellos, y el Gobierno… bueno, el Gobierno solo está atento a sus éxitos para pescar a río revuelto y usar de la mejor manera y para su beneficio la ocasión.
La mayoría ya lo sabe, pero, por si eres de los pocos que aún no, entérate que Richard Carapaz buscó incansablemente apoyo en todo el país y no se lo dieron, por eso se fue a Colombia y allí sí que creyeron en él y su talento, y le dieron el empujón que necesitaba. Y creo que eso habla mucho más de nosotros que de los auspiciantes. Porque estoy segura que nunca nadie se había volteado a mirar a un ciclista más que para pitarle y gritarle que se mueva cuando va en su bicicleta por la calle (no se hagan, todos hemos sido unos tarados con los ciclistas alguna vez), y la verdad es que a muy pocos nos conmueve cuando los matan en las vías. Y está demás decir que a casi nadie le interesaba el ciclismo y sus representantes antes del triunfo de Carapaz en el Giro.
Y está todo bien con eso, nadie los va a juzgar por ello. Pero, de la misma manera, acá lo que debemos aprender es que cuando se quiere impulsar a alguien, cuando se desea que llegue a lo más alto, hay que apoyarlo desde el inicio y no al final como lo hacemos siempre los ecuatorianos. Deberíamos interesarnos más por quienes representan al país, por lo que hacen, por sus logros pero también por sus necesidades, por los desafíos que deben cumplir. Hay que apoyarlos desde el inicio para que el triunfo se realmente colectivo. Para que la gloria sea del país entero.
Al margen de ello, el Gobierno tiene la obligación de apoyar a los deportistas ya que es la mejor forma de alejar a los niños de las drogas, la mejor oportunidad de crear conciencias, sembrar sueños y demostrar con hechos que el esfuerzo genera sus frutos. De nada sirve que un presidente quite impuestos a las bicicletas si la realidad es que existe un ministerio que a duras penas apoya a los ciclistas. Hay cientos de atletas que entrenan sin zapatos y nos han llenado de orgullo, el gran problema es que la mañana siguiente a la del éxito y la alegría nos olvidamos nuevamente de todos.
Es tiempo que el Gobierno comience a hacer lo que le corresponde. Que cree incentivos, perfeccione leyes y apoye con equidad a todos los deportes y a todos los deportistas, y que se deje de tanta politiquería barata, de esa que no sirve para nada. Que Richard Carapaz, que la Sub-20, que Jefferson Cepeda, que Carla Pérez y que todos los que vengan detrás de ellos no sean solo fruto de la gloria. Que cuando pierdan se sientan igual de victoriosos, que continúen sintiendo el cariño, respeto y apoyo del país, y que este se traduzca en una especie de fe ciega en ellos. Y que cuando vuelvan a ganar la camioneta del triunfo esté tanto o más llena de lo que suele estar ahora, pero llena de compatriotas que los apoyaron desde el comienzo y no cuando la gloria estaba ya a la vuelta de la esquina.