Nunca he celebrado el 14 de Febrero, mis padres jamás le dieron importancia. Yo tampoco. En Perú siempre ha sido visto como un ‘día gringo’ más, pero confieso que con el paso del tiempo he llegado a tomarle algo de cariño. No creo que deba haber un día especial para celebrar al amor y a los amigos, pero considero que es un buen momento para festejar el amor propio.
Así es, ese es el único afecto que jamás debemos dejar ir. El que más tenemos que cuidar. El amor propio debe ser nuestro primer y último gran amor. A veces cuesta mucho encontrarlo, es cierto, pero cuando llega es pleno, abundante y maravilloso pues está lejos del ego y del egoísmo y cerca, muy cerca, de la aceptación e imperfección. Como todo lo que nos importa es necesario cuidarlo, alimentarlo y engreírlo porque también puede irse, y cuando desaparece no solo perdemos nosotros sino también todos los que están a nuestro alrededor.
A mí no me fue fácil encontrarlo. De hecho no fue hace mucho –apenas dos años para ser exacta- que aprendí a amarme tal cual soy. Con todos mis defectos –que son muchos- y mis virtudes que, aunque no son tantas, he tratado de potenciarlas al máximo para sentirme orgullosa de mi todos los días. Antes de ello me culpaba mucho y era muy autocrítica. Sin embargo, hallé el amor propio cuando aprendí a estar bien y cómoda conmigo misma, cuando comprendí que no necesitaba de nadie para sentirme en paz y estar en paz. Cuando comencé a sonreír mientras me miraba al espejo. Cuando logré aceptar que el tiempo pasa y que con él inevitablemente llegan las imperfecciones, pero que sabiendo verlas bien se pintan de experiencias que nos hacen madurar.
¿Cómo encontrar el amor propio? No lo sé, no tengo la receta exacta ni las coordenadas de donde se encuentra para llegar fácilmente a él. Lo que sí sé es que se necesita de mucho valor y de gran honestidad para hallarlo. De un baño de verdad que aunque al comienzo pueda parecer que va a tumbarnos a la larga no hace más que fortalecernos. Es que si de por sí no es fácil digerir cuando alguien nos señala o hace ver nuestros errores y defectos, es mucho más difícil todavía el aceptarlos. ¡Y aún más complejo reconocerse a sí mismo como un ser imperfecto!… Es más complejo, es cierto, pero es absolutamente liberador. Sí, reconocerte como un ser humano imperfecto te abre el libro de la vida y de todas las maravillas que el camino te ofrece, pues sabes con mayor exactitud a dónde quieres ir y a dónde estabas yendo.
Cuando te nace el amor propio eres capaz de dar cariño desinteresadamente y la gente a tu alrededor fluye, se motiva y te conviertes en un generador de buena energía para los demás. Tienes la capacidad de decir “me equivoqué” y “perdón” de manera frecuente y no te hace sentir mal reconocerlo. El apego a ti mismo te hace inmune a los que quieren verte caer y te da la capacidad de sonreírles, demostrarles de qué estás hecho y superar las piedras del camino.
Si hay algo con lo que me quedo de haber encontrado la auto afirmación en mi vida, es aquella capacidad de empezar a mirar el mundo y a la gente que habita en él de manera diferente. De adentro hacia afuera y no al revés. No solo que me reconozco así a mí misma, sino que además comencé a percibir a quienes me rodean de la misma manera. Ahora me quedo con lo mejor de los seres humanos y desecho lo que no quiero a mi alrededor. Cada día que pasa juzgo menos y me doy cuenta que cada vez soy más tolerante, recíproca, agradecida y feliz.
Hoy celebro el ‘Día del Amor’ así. Hoy le digo “te amo” a mis familiares, a mis amigos y al hombre que amo por supuesto, pero también a mí misma.