En algún momento no muy lejano de esta pandemia, pensábamos que lo habíamos visto todo. Que habíamos conocido las maneras más audaces para saquear al Ecuador en su momento más duro -en las fundas para cadáveres, por ejemplo-. Ya era poco lo que nos podría sorprender… hasta que supimos que hay decenas de sinvergüenzas que usaron un documento falso para obtener privilegios que no les correspondían: los beneficiarios de un baratillo de carnés de discapacidad que, evidentemente, no los necesitan.
¿Qué más puede pasar? ¿Qué otra cosa debe suceder para que perdamos la esperanza?
La miseria humana ha alcanzado niveles sencillamente inverosímiles. La discapacidad de estas personas está en la médula de su moral: son incapaces de sentir empatía o vergüenza… ¿es que no pensaron o no conocieron en su vida a alguien con verdadera discapacidad? ¿es que acaso no tienen hijos?, uno se pregunta.
Pero, de hecho, un asambleísta no solo tiene un hijo, sino que además ese hijo tiene autismo… y el carné no solo lo usó para comprarse un carro de alta gama, sino para rebajar la pensión alimenticia que le tocaba pasarle al niño. De todo hay en este museo nacional del descaro: asambleístas, futbolistas profesionales y un karateca (con un carné que dice que tiene más de 80% de discapacidad) quien, además, preside un organismo que fue creado para luchar contra la corrupción.
Hasta en la mafia hay códigos, pero acá no. Acá es como si asistiéramos a una competencia de quién es más miserable que el otro.
Otros ciudadanos con cargos públicos, aupados por políticos de turno sacando carnés para darse “lujos” con beneficios arancelarios, porque eso, seguramente, te hace bacán. Y probablemente así es como funcionan las cosas: en Ecuador se premia con impunidad al corrupto, al sabido, al insultador, al ladrón. Se desafía a la justicia, se “renuncia”, se fuga para luego obtener asilos y, desde lejos, parecer víctimas. Estamos en el país donde los jueces dejan en libertad a asesinos, donde ponen grilletes a los corruptos contumaces y donde se apresa a los que roban un celular. Pero, ahora, cuando el Estado necesita dinero a gritos, ¿qué vamos a hacer para recuperar todo lo que se llevaron?
En el país cuyo presidente es un hombre con discapacidad, hay tantas personas que están siendo burladas desde hace varios años por este sistema podrido. Me han escrito pidiendo por María, Belén, Victoria, Agustín, Manuel, Santiago y tantos otros que esperan que el ministerio de Salud atienda su solicitud, que el Conadis les emita su carné. ¿Cómo lo obtuvieron tan rápido estos incapaces morales? ¿Cómo llegamos a este punto tan bajo en el que en un año (2019) se importaron 4426 carros de lujo para personas sin el mínimo escrúpulo, mientras hay quienes no pueden caminar, no pueden ver y ruegan por un carné? Y, sobre todo, ¿cómo el Gobierno no hizo nada cuando la directora de Aduana dijo que alertó sobre estas irregularidades?
Hoy merecemos y exigimos un castigo implacable para aquellos que no solo han lucrado con la discapacidad sino para todos aquellos que lo permitieron, para los corruptibles que los otorgaron, para los que tienen estos vehículos manchados de deshonestidad y para aquellos que, sabiéndolo, callaron. Se llama sentar precedentes, se llama actuar y hacer que la legitimidad de la justicia del Ecuador se respete. El escándalo no debe quedar en una indignación pasajera. El grito debe ser basta de impunidad. No nos pueden quitar la voz, y no nos pueden dejar sin respuestas.