Si algo hay que compartimos todos por igual es que algún día vamos a morir. La diferencia la hace el cómo vivimos día a día nuestra vida…
Ese fue siempre el ejemplo que vi y traté de aprender de ti, Raúl. Tus ganas de vivir y la forma en cómo lo hiciste. Tu fortaleza ante las enfermedades, tu sonrisa ante el dolor, tus palabras siempre que las necesitábamos. Tu sabiduría cada vez que algo pasaba. Siempre dije que eras un hombre de luz, que tu propósito acá era dar amor y enseñarnos a los privilegiados que pudimos conocerte y compartir contigo la importancia de cultivar momentos de felicidad, sin necesidad de lujos u ostentar los logros para sentirse bien, viviendo siempre con humildad.
Estabas cerca, muy cerca a mí a pesar que no nos veíamos tan a menudo como deseaba, y siempre fuiste parte de mi vida y de mis decisiones, aunque sea en silencio. Me dejas el enorme significado de lo que es ser feliz de verdad, y aprender a serlo aún en los momentos en los que parece que no hay razón para ser positivos. Diste un pedacito de ti a todos, a tus hijos, esposa, nietos, bisnietos, amigos, hermanos, primos… jamás estuviste ocupado para escucharnos, nunca algo fue más importante que la familia. Siempre estuviste dispuesto a dar.
Todos sabíamos que este día iba a llegar aunque ninguno quería que llegue. Te fuiste ayer, justo cuando se conmemoraba el Día de la Felicidad, y sonrío cuando pienso que hasta el último día que respiraste llevaste un mensaje de alegría. Seguro deseas que te recordemos así, como en la foto, con lo que más irradiabas: felicidad. Con una sonrisa de oreja a oreja, con el ritmo de la salsa en la piel. Con el sol de la playa de Santa María, con tus cafés en Sarcletti, con las maquinitas del casino. Con un maravilloso legado de unión familiar. Raúl te fuiste pero nos dejaste tu fuerza, tu ánimo, tu visión del mundo, tu perseverancia… me dejas la enseñanza de lo importante que es ver en las cosas simples siempre lo bueno.
Hoy te escribo con lágrimas y, aunque en algunas partes quizá pierda el sentido, a la distancia solo me queda decirte GRACIAS una vez más. Agradezco tu presencia en mi vida y en la de mi familia. Doy gracias eternamente que hayas dado a mi mamá paz y amor, y confianza y estabilidad a mis hermanos. Atesoraré por siempre que nunca dejé de aprender de ti, que cada vez que llegaba a Lima me recibías con un abrazo rompe huesos, que nos quedábamos conversando horas, que me decías siempre lo que realmente creías, que me llamabas la atención como a una niña, que amaste a mis hijos… las miles de sobremesas, los cafés árabes, las idas hasta la madrugada al casino, los momentos de amor y felicidad que fueron muchísimos y que no alcanzaré a escribirlos todos, pero que perdurarán por siempre.
Me quedo acá, con la satisfacción de haberte dicho todo en vida, de haber podido celebrar el Dia del Padre contigo. De haberte repetido muchas veces que te amaba, de haberte agradecido un millar de veces, de haberte escrito desde el corazón y con la satisfacción de saber que lo leíste. Me quedo con la tranquilidad y la emoción de saber que te fuiste sabiendo todo lo que yo sentía por ti.
En nuestra última conversación, Raúl, pedías tiempo. Querías pasar con mi mamá su cumpleaños y estoy segura que hiciste todo lo que estuvo a tu alcance para lograrlo. No fue así pero te prometo que este 1 de mayo será a tu nombre y celebraré a mi mamá como tú hubieses querido. Brindaremos por ti, por ella y por tu amor incondicional. Los que estamos acá hoy seguramente derramaremos muchas lágrimas, recordaremos lo enorme que fuiste y aunque desde ya te extrañamos también reiremos y sonreiremos porque te fuiste tranquilo, haciendo lo que quisiste en tus últimas semanas, viviendo a plenitud como siempre viviste. Te fuiste como querías, cerca y rodeado de los que te aman y a quienes amas. Te fuiste pero nos dejaste lo que pocos logran y lo que muchos desean: amor infinito.
Una y mil veces más, ¡gracias Raúl! Te amo, nos vemos pronto.