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Si queremos descifrar cuál es ese paso que nos dicen que hay entre el amor y el odio –o viceversa-, basta con pensar en un prefijo de dos letras: ex.
Hubo algún momento de nuestras vidas en el que amamos a esos que ahora llamamos ex. Hubo algún momento que nos hizo rechazarlos para siempre u odiarlos…
Pero así como todas tenemos un ex, categorizado así por su estatus en el archivo de nuestra historia, también todas somos ‘la ex’ de alguien. También nos amaron, nos desearon, nos quisieron y nos rechazaron, o nos superaron. Así es este juego del amor en el que ser ex y tener un ex es pasar del miedo a la liberación. Si no se tiene suerte podemos acabar siendo rivales de alguien con quien compartimos muchísimos secretos. Y aunque cuando una relación acaba siempre hay dos versiones, hay una adicional que no suele ser tomada en cuenta: la de la nueva pareja de tu ex.
Aún si fuiste ‘ex premium’ (es decir la esposa) o una ‘ex estándar’, el tratamiento es el mismo: la nueva te stalkea, se compara contigo, busca tus defectos –siempre los encuentra, quién no los tiene-, investiga lo que haces e inaugura una competencia aunque tú no te enteres. Ser ex es vivir una comparación tan infinita como inútil.
Sí, porque cuando nos convertimos en la ex pasamos de ser el amor, la belleza, la nena y la bebita a la loca, la vieja, la psicópata, la malvada y la egoísta. Si ser un ex es una carga emocional, imagínense lo que es ser la peor ex… Es ser la mancha de la vida de otro, ser el tema de conversación en otras mesas desconocidas y distantes, ser el rompecabezas diario de alguien con quien no tienes nada en común más que a tu antigua pareja.
Y no me digan que no existe esa categoría de ‘peor ex’… ¿Acaso nosotras no tenemos al que se lleva ese premio en nuestra historia? ¿Esa etapa de nuestra vida que merece ser borrada como una mala experiencia, como un error que no nos perdonamos? ¿Será que resaltamos los defectos del ‘peor ex’ para justificar que ya no estamos con él, para no sentirnos tan tontas de haber elegido mal? ¿Será que resaltamos los defectos de la ex de nuestras parejas para sentirnos mejor con nosotras mismas?
Aunque los ex y las ex estamos acostumbrados al escrutinio público. Más allá de los hijos, cuyo bienestar parece ser lo único importante tras una ruptura, la familia política tiene un papel protagónico en tu imagen como ex. No hay arreglos legales ni condiciones civiles para exsuegros y excuñados. Nuestras familias políticas y su forma de vernos nos seguirán el resto de la vida, y su juicio de nosotros es una extensión del final de nuestra relación. Si el final fue cordial, quizás te saluden. Si no lo fue, siempre serás el enemigo.
¿Y los amigos que hicieron como pareja? El camino de convertirse en un ex –o de convertir a alguien en un ex- debería venir con instrucciones para estos casos. Las parejas con las que salías generalmente toman partido por el que fue dejado.
Yo, particularmente, recuerdo a algunos de mis ex con una sonrisa, porque sin duda marcaron momentos importantes en mi historia. A otros los borré de mi cerebro por intrascendentes, y hay algunos que tienen un vínculo tan importante con nosotras que siempre serán parte obligada de nuestras vidas.
No hay manera de impedir que las personas que forman parte de nuestro pasado –o del presente de nuestro pasado- sientan miedo o rencor hacia nosotros. Mientras más tiempo vivimos hay más posibilidades de tener un ex y ser un ex en la vida de alguien, así que solo resta mirar al futuro con serenidad y madurez. Cuando pensamos en cuántas vidas toca una ruptura nos damos cuenta de que del amor al odio no hay solo un paso, ni todas son locas, ni todos son perros.