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Cuando entré por primera vez al canal sabía que había mil ojos encima de mí. Querían saber a quién saludaba y a quién no, con quién hablaba y con quién no, quiénes se acercaban y quiénes no me querían. Y los segundos grupos eran mayoría.
Resulta que mi fama había llegado a TC antes que yo. Días antes de mi presentación oficial, mi jefe lanzó una frase a parte de su equipo de trabajo: “No quiero que hablen sin conocer a la gente”, advirtió, confirmando que se respiraba esa sensación de disgusto por mi ingreso.
Cría fama y échate a la cama, dicen, y yo había dejado que mi colchón se llene de leyendas de brujas que despiden a los talentos de pantalla sin un ápice de remordimiento, que gritan cuando se enojan, que no van a hacer amigos ni a sonreírle a cualquiera, sino a trabajar. Como todas las leyendas, hay parte de verdad y parte de cuento. Y esos cuentos, generalmente, dan miedo.
Según decían, el huracán Catrina Tala había venido a llevarse todo, a arrasar con todo… pero como nunca me ha importado lo que la gente hable, crea u opine de mí, solo me divertían estas teorías sesudas.
Así que me sacudí el peso del estereotipo y me concentré en esa sensación de novedad, como de universitario recién graduado, que me embargaba cuando llegué a TC. Me ilusionaba la idea de conocer a otras personas, demostrarles que podía trabajar en un nuevo canal.
Como estoy en otra etapa de mi vida, me senté a esperar con paciencia. A observar cómo los jefes y las jefas de turno conducían a talentos y productores a no hablarme, a no pasarse al lado “del mal”, amenazándolos incluso en el nombre de Dios –a eso me refería en mi escrito anterior con el tipo de gente que espero mi hija aprenda a reconocer-. Hay demasiadas personas que usan el miedo y la fe en el mundo laboral y en la política.
En Estados Unidos, por ejemplo, Donald Trump utiliza amenazas y estereotipos para darle forma a un discurso hueco. ¿Se dan cuenta cómo el miedo mueve los hilos del mundo? ¿Notan cómo el miedo empuja a la raza humana a poner divisiones, a profundizar en las diferencias? ¿Cómo es usado para cubrir inseguridades?
Por eso no temo a lo desconocido y voy al grano. Por eso, mi equipo y yo desarrollábamos proyectos, avanzábamos y mirábamos de lejos cómo se seguían tejiendo las historias más divertidas. Respondíamos con valor y trabajo.
Fui señalada como la culpable de más despidos y fui trending topic mientras estrenaba la segunda parte de Macho que se respeta. Y aunque pueden sonar a días de oscuridad, para mí fueron todo lo contrario. Me reí, y mucho. Sabía que esas percepciones terminarían en cuanto empezaran a conocerme.
En el campo de batalla se dieron cuenta de que conmigo las estructuras no iban, que para mí no existen los organigramas ni la burocracia al aire o en una grabación. Que el respeto es horizontal y no vertical, que no interesa qué puesto tengas porque solo obtienes respeto si das respeto. Que mientras más trabajas, mejor trabaja tu equipo. Admitiendo errores como un ejercicio de crecimiento, porque soy humana y prefiero equivocarme mil veces a nunca intentarlo, a quedarme en la esquina de los conformistas y perderme la experiencia.
He hecho televisión por 18 años y he tenido varias oportunidades, unas con más riesgo que otras. Pero las he tomado todas, todas me han enriquecido y en todas he tenido un buen capitán. De ellos aprendí que solo triunfas cuando tu equipo logra tomar decisiones, cuando no necesitan de ti para resolver un problema. Cuando puedes irte y las cosas funcionan como deben funcionar. Y, definitivamente, aprendí que el jefe que impone la ley del terror siempre tiene las de perder.