Tenemos un rechazo ante la palabra padrastro o madrastra. Nos imaginamos automáticamente a la bruja del cuento de Blancanieves, a la villana de la Cenicienta y sin duda llegamos a pensar que tener un padrastro es una cosa mala. La palabra suena fuerte, hasta cuesta pronunciarla. De hecho, cuando yo hablo de mi padrastro le digo papá, sabiendo que debo explicar al final que no lo es, genéticamente hablando. Pero hoy haré una reivindicación de la palabra, porque mi padrastro es el mejor de todos.
Creo que no hemos podido tener más suerte mis hermanos y yo de que mi mamá se haya encontrado con él en el camino. Mi padrastro es mucho más que un papá: es un hombre con amor desinteresado que se enamoró de mi mamá y que nos ama como si fuésemos sus hijos. Y eso se siente, no es necesario explicarlo.
Mi padrastro es un hombre sabio, que sin enseñarnos nos enseña, sin hablar nos comunica y sin hacer mucho ruido da el ejemplo. Raúl tiene un don y es el don de dar alegría y entusiasmo. Así fue como me mostró el valor de la vida y que los momentos de felicidad están ahí, todos los días, en las cosas más simples… en un abrazo, en un te quiero, en un beso en la frente, en una canción cantada con sus nietos. Mi padrastro es mi cable a tierra, pienso en él cuando siento que debo frenar, respirar y olvidarme del mundo por un rato. Mi padrastro es mi referente de fuerza. Cuando quiero quejarme o me duele algo, me pregunto cómo un hombre que ha vivido quince años con cáncer tiene tantas fuerzas y ganas de vivir.
Mi padrastro es la representación de la sencillez… es un hombre descomplicado y generoso. Él me dio esa seguridad que solo un padre sabe transmitir, porque él le baila a la vida de las formas más increíbles. Sigue activo aunque le cambien el compás y valora tanto los ritmos alegres como los lentos.
Es un hombre que tiene objetivos y los cumple, un ser humano que se alimenta dando el ejemplo, al que se le infla el pecho cuando nos ve. Es un hombre orgulloso de sus raíces, que inculca la cultura árabe, que habla con pasión y se asegura de que lo escuchen.
Raúl es un hombre de luz, porque cuando lo ves se aclara todo el panorama. Es un regalo de la vida porque gracias a él entendí que la familia es lo más importante, y los lazos que la unen no siempre son los sanguíneos. No importa dónde estemos ni lo que esté pasando alrededor. Aunque no lo vea ni lo escuche, puedo sentir su abrazo en tiempo real justo cuando lo necesito.
Hoy siento que padrastro es la palabra más bonita de todas y no encontré mejor momento para decirlo que a cinco días del Día del Padre. Gracias Raúl porque, aunque no lo sepas, te veo, te escucho, te siento y te quiero. Feliz día, padrastro.