Detrás de toda la indignación que podemos sentir por lo que pasa en Siria, aún hay personas que encuentran el valor para actuar y abrir sus brazos, su corazón y su casa a los refugiados.
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Las mujeres podemos ser inteligentes y sensuales, independientes y sexuales, maternales y lesbianas, románticas y atrevidas.
Lamento que aún en pleno siglo XXI existan seres humanos que vivan su vida pensando en el qué dirán. Eso refleja un enorme miedo a vivir libre.
Nada será diferente en el país si seguimos aplaudiendo los discursos de los políticos y dejando solos a los periodistas valientes.
He sido «la extranjera» tres veces en mi vida. Por eso pienso en los migrantes que ahora son castigados por nacer en un país vetado.
Querer sentirnos más a gusto con nosotras mismas no es ninguna ridiculez. Lo ridículo es avergonzarnos de tener los años que tenemos, como si fuera un pecado, o decir nuestra edad con tristeza, como si lo hubiéramos perdido todo.
Un hombre golpea a una mujer y recibe una palmadita en la espalda de la justicia. ¿Por qué no nos indigna la violencia hasta que es demasiado tarde?
Fue un año de muchas pruebas. Hubo momentos en que quise mandarlo todo por la borda, pero también descubrí qué es lo que me mantiene firme y andando.
Ya no importa quién es el bueno y quién el malo. La gente muere a cada minuto en Siria, y el resto del mundo hipócrita solo lleva las cuentas.
Nos estamos quedando en los titulares y nuestro deseo por figurar en las plataformas virtuales nos convierte en monstruos.
Quizás creemos cada vez menos en las promesas de los políticos con experiencia. ¿Pero un presentador o concursante de reality tendrá la independencia para fiscalizar y legislar?
«Eres sexy» no define lo que soy. «Ya deja a tu novio» no es una orden aceptable y «mejor te verías sola» es una sugerencia que ninguna mujer debería tener en cuenta.