De todas las celebraciones que hay, la del Día de las Madres es una de las que más me llena. Quizá porque remueve un montón de sentimientos ya que mi mamá no está conmigo, o a lo mejor porque creo que es el único día en que realmente deberíamos hacer lo que nos dé la gana. Y digo “deberíamos” porque sé que aquello también se aleja de la realidad, porque no es que podemos dejar todo de lado y dedicarnos solo a nosotras. No. La realidad es que los desayunos, almuerzos, cenas o lo que sea que hagamos para celebrar este día, igual termina dependiendo de nosotras.
Por eso, desde hace uno o dos años, lo que realmente pido en este día es que mis hijos no peleen, que obedezcan (a la primera), que no lloren ante un “no!”, que hagan sus deberes sin tener que pedírselo, y que me llenen de abrazos toda la jornada. Y este domingo no será la excepción.
Ahora presten atención:
Para los hijos… sí, ese es el único y verdadero regalo que quiero, y estoy segura que no soy la única. Si de verdad hay algo que NO deseo hacer el domingo es tener que revisar si mis hijos tienen ya todo en orden para el colegio al día siguiente, tampoco escuchar discusiones estériles entre hermanos, soportar rebeldías y mucho menos tener que ver malas caras. En nuestro día todas queremos olvidarnos por un momento que también podemos ser #MamásCabreadas. Además, tampoco queremos pensar qué vamos a comer (a cualquier hora), queremos –de ser posible- tratar de dormir un poco más. En pocas palabras, queremos que nos sorprendan.
Para los esposos, novios, parejas, o como lo quieran llamar… todas, absolutamente todas, queremos un regalo para nosotras. No para la casa, ¡PARA NOSOTRAS! Recuérdenlo: es el Día de la Madre, no el ‘Día de la Casa’, ni el de la Cocina. No, no y ¡NO!. No nos gusta, ¿saben? Que pongamos una sonrisa y digamos “qué lindo” no significa que realmente nos guste. Así que ya lo saben, si no lo pedimos no nos lo regale, hay tantas lindas opciones en el planeta para regalarle a las mujeres que la sección Hogar sencillamente no debería existir. Y ese discurso obsoleto, de hombre machista, que aduce que las mujeres son las verdaderas dueñas de la casa y por eso nos regalan ese tipo de cosas… ¡QUE NOOOOO! La casa es de la familia y la mujer hace que todo fluya, la casa se decora, se arregla y se equipa para el disfrute familiar, no solo para el de las mamás.
Por último, si todavía no saben cómo sorprendernos, acá les dejo unos consejitos: un ramo de flores nunca está de más, tampoco una carta o una tarjeta para las románticas. Pero eso no es todo, un par de zapatos siempre se pueden sumar a la enorme colección que seguramente todas tenemos, las carteras siempre son necesarias y nunca suficientes, al igual que una joya, un viaje, un desayuno, una cena, un masaje, un día de relax, un beso, un abrazo, un momento especial…
Su detalle del Día de la Madre no tiene que ser un regalo material, puede ser cualquier cosa que no esperemos y que entre en la definición de “regalo”. De eso se trata, de sorprendernos para bien y hacernos sentir que realmente somos lo que siempre nos dicen todos, que somos y seremos siempre las mejores mamás del mundo.