En Madaya, Siria la gente no puede entrar o salir. Los niños se suicidan. Las personas comen hojas de los árboles.
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El abusador busca silenciar a sus víctimas y lo logra infundiendo el miedo, rompiendo el espíritu. Di no, sal de ahí, habla hasta que alguien te escuche.
Mientras miro a mi hija crecer, hay niñas que son vendidas como esclavas sexuales.
Cada mañana, antes de lavarme los dientes y cambiarme de ropa, el espejo me enfrenta a una mujer a la que solo yo puedo ver.
Que nadie se engañe: la televisión es un negocio que debe ajustarse a las demandas del público para sobrevivir.
Es una locura mundial porque lo puedes jugar alrededor del planeta, aunque Siria parece borrada de tal planeta por la mano criminal de la indiferencia.
Cuestionamos con dureza el hecho de que una profesora sea muy estricta, cuando muchos tuvimos profesores durísimos y aquí estamos.