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Quienes me conocen suelen definirme como una mujer apasionada. Porque emprendo proyectos con emoción, porque hablo con fuerza de las ideas que me encantan. Porque camino, río y miro con intención. Cuando algo no me apasiona entro en un estado neutro del que normalmente huyo.
Esa parte de mí se expresa mucho en mi forma de ganarme la vida. El periodismo, que quizás no ejerzo de la manera en la que la gente está acostumbrada a percibirlo, recoge bastante bien la pasión y la sensibilidad que me marcan. Trato de vivir el periodismo en cada paso de mi vida profesional, sea en una serie cómica o un programa informativo. En ambos comunico realidades y asumo la responsabilidad de aquello.
Sabía perfectamente lo que quería cuando salí de Ecuavisa. La imagen y los contenidos son lo más importante en ese canal y, de hecho, allí aprendí que puede más la calidad que la cantidad. Un buen producto es mejor que muchos productos mediocres. Entonces, cuando hice ese ejercicio de introspección, descubrí que yo misma me había convertido en alguien diferente a la mujer que entró a esa empresa.
Por eso cuando tomé la decisión de irme me liberé de muchas cosas que hacían a la Catrina de antes, la que buscaba la aprobación de superiores, la que se sentía secretamente insegura de tomar una decisión de personal o de contenidos. Ecuavisa era parte de mi pasado, que me llenó de momentos gratificantes, pero que tenía poco que ver con esta nueva y determinada forma de ser.
Las mujeres somos así. Nos enamoramos locamente y nos entregamos por completo también en nuestras carreras. Cuando decidimos tomar un rumbo distinto, cuando decidimos olvidar, no hay marcha atrás… y eso fue lo que sucedió con mi vida laboral hace casi un año. Salté sin red, no tenía una propuesta laboral. Cuando me la hicieron, yo puse mis condiciones.
Hoy me siento más tranquila, pero con mi pasión intacta. Me encanta lo que hago y el lugar en el que estoy. En TC las estructuras son menos importantes y yo pienso de la misma forma. Puedo volar, puedo crear y tengo más tiempo para mí. Hago más cosas fuera de la “caja boba”, como treparme al fascinante mundo de las tablas. Me muevo entre los libretos y mis escritos. Tiempo para hacer deportes y para vivir a mis hijos.
Fue el cambio que necesitaba, el que cerró el ciclo de transición en el que me animé a embarcarme. Di el salto y terminé justo en las faldas de una montaña de retos que le dan combustible a mi vida.