Con el alma rota. Sin palabras. Duele el estómago y se apaga el valor. Nos embarga el miedo. Un «nadie quiere vivir así» se respira en la calle y se lee en las redes sociales.
La violenta partida de Efraín nos ha quebrado a todos. No importa si lo conocimos de cerca o si reímos con él a través de una pantalla de celular o de televisión.
Duele más saber que se truncan 36 años de pura vida, talento, creatividad y ánimo de superación.
Es inevitable sentir terror, pero también nostalgia. De alguna manera, crecí junto a Efraín profesionalmente. Entró en 2012 a En Contacto, cuando aún dirigía ese programa. Recuerdo una reunión previa a su entrada. “Necesitamos meter un personaje diferente”, le dije. Sus ojos aceptaron el reto y el resultado fue La escuelita de En Contacto, con el profesor Cachimundo como protagonista.
El personaje me enamoró, como a toda la audiencia de ese programa en aquellos años. Luego de la salida de Roberto Angelelli, Efraín se ganó el espacio del galán carismático. Con su gran aporte interpretativo, se hizo prácticamente imprescindible. Y forjó una identidad única.
Diego, Úrsula, la Flaca Guerrero y él, alegraron las mañanas de tanta gente. Había contenido, risas, llantos, esperanza. Efraín aportaba a esa fiesta matutina desde su enorme humanidad y su hambre de triunfo. Después, hubo momentos en los que no solo sus personajes funcionaban, sino él. El verdadero Efraín. El que siempre ansiaba crecer, triunfar, pero -sobre todas las cosas- encontrar el amor. Ese amor que, incluso hoy, se refleja en las lágrimas de su novia, Alejandra. Nunca había visto a Efraín así de enamorado hasta que apareció Ale. En cierto modo, me alegro de que lo haya vivido.
Cuando digo que crecimos profesionalmente es porque mi primera serie también fue de su mano. Así pasa llegó en 2013 y los dos teníamos nervios… era mi primer proyecto dramático y él, su protagonista. Luego, ya con hambre de comernos el mundo, se vino en 2014 Macho que se respeta: mi primera obra de teatro. Festejamos cada una de las más de nueve presentaciones, con el teatro Fedenador a reventar. En 2015 salí de Ecuavisa, y cada uno tomó su rumbo. Él nunca dejó de brillar…
Es difícil explicar lo que siento, porque Efraín fue parte de ese viaje de autoconocimiento que tuve hace algunos años. Él, irreverente y observador como siempre, desarrolló el personaje Catrino malo. Me hizo reír y me hizo pensar, como un verdadero artista.
Entiendo que la muerte nos llegará a todos y que la tristeza es parte de ese viaje de partida. Pero este crimen que le cortó la vida a Efraín, me deja desconcertada, con el alma destruida. No quiero que mis hijos vivan en un país inseguro, en donde te matan por encargo. No quiero que mis hijos vivan en tierra de nadie.
Sentir dolor no puede ser nuestra última acción. Debemos exigir justicia, por nuestras familias. Por nuestros hijos. Por el valiente Efraín, estamos llamados a perder el miedo.