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Con la resaca del San Valentín me llegan muchas preguntas… Estar en pareja parece ser el único indicativo de que el amor existe en tu vida, aunque haya miles de libros que demuestran lo contrario.
¿Qué es lo que las mujeres buscamos del amor? ¿Darnos por completo sin esperar nada a cambio porque eso es lo que nos enseñaron desde niñas? Y, cuando ya nos ponemos racionales, ¿sabemos qué es lo que esperamos conseguir de una pareja?
Recuerdo mi primer beso -quién no lo recuerda-; tenía 15 años y demasiadas expectativas. Estaba poseída por la ilusión de que alguien me dijera te quiero, que bailara abrazado a mí en una fiesta, que me hiciera sentir la persona más importante del mundo. Quería sentirme enamorada como quien quiere experimentar una aventura, pedir permiso a los papás y también romper un poco las reglas, confesarle a alguna amiga lo que pasaba con lujo de detalles y dejarme llevar por lo que hasta entonces, era el amor de mi vida. A los 15 queríamos experimentar, vivir el momento sin hacer planes. No importaba si el muchacho estudiaba, si tenía trabajo y ambiciones o si era un cantante frustrado que vivía con sus padres.
Pero a los 20 es otro el panorama. Todo es sobre nuestro plan de vida, porque a esa edad vivimos con exceso de futuro. Nos sentimos mujeres adultas, y si estamos en pareja ya hay una presión en el ambiente. ¿Será que puedo llegar a casarme, que puedo tener con este ser mi casa, mi carro, mis hijos y mi perrito?
Es la década en la que haces un casting de tu media naranja: valoras el físico y las credenciales del candidato como quien mira un currículum. Buscas algo de seguridad emocional, económica, intelectual. Quieres apoyo y protección para tu proyecto de vida, un amigo que pueda sostenerte y que te mantenga interesada a nivel sexual y mental. Tratas de imaginar cómo sería tu futuro con él, haces planes para dos… y las rupturas son catastróficas, porque te desbaratan el castillo de naipes que te armaste en la cabeza.
Creo que a los 30, muchas aterrizamos. A veces esos aterrizajes son serenos y otras veces son aterrizajes forzosos. A veces hay más de dos pasajeros heridos y otras veces nos quedamos mucho tiempo sin volver a despegar.
No es que nuestros estándares vayan bajando con el paso de los años, simplemente son más realistas. A mis 35, divorciada y con dos hijos, ya sé que puedo salir adelante sola y no necesito que nadie me sostenga… ¿Y entonces qué quiere una mujer de 35?
Después de los 30 quieres un compañero al que no le asusten tus logros, al que no tengas que estar cuidando como a un hijo adicional. Quieres un amor valiente que no se deje intimidar por el futuro, sino que lo espere tranquilo de tu mano. Un amor libre que no te ponga frenos, que te diga lo que no quieres oír y huya del qué dirán. Una persona que te dé la mano no para protegerte, sino para lanzarse contigo a nuevas aventuras.
A los 35 no quiero un amor que me obligue a conformarme, quiero la paz que solo puede dar un amor maduro. Y ese solo llega cuando comprendes que esta no es una carrera de velocidad, sino un viaje en el que está permitido disfrutar del camino.