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Soy una mujer que explora y experimenta con definiciones. Me gusta desafiar al público con las historias de hombres y mujeres que retrato en series de televisión u obras de teatro. Me encanta ver más allá de las etiquetas. Por eso hablo con conocimiento de causa cuando les digo que el término “político” está desprestigiado.
Al menos tres definiciones de “político” están relacionadas con la cortesía. Una persona política es un ser cortés, alguien que nos dice lo que queremos oír, que demuestra cariño o urbanidad fingidas, que se ajusta al escenario y a las audiencias.
Son políticos esos hombres y mujeres que por unos votos se quitan el saco y la corbata, bailan salsa choque y reguetón para “llegar a los jóvenes”, hablan de Dios para parecer pulcros, nos invitan a cenar con ellos para que seamos sus amigos. Es como si pensaran que somos tan tontos que creemos que un ser humano puede cambiar en 45 días de campaña, cuando la verdad es que a todo ser humano se le conoce por sus acciones.
Esos son los que durante los últimos años, y especialmente durante los últimos días, nos han puesto otra palabra en la mira: periodista.
Cuando estudié periodismo leí que la definición que más se ajusta a esta profesión es que busca la verdad. Luego conocí de cerca a una de las mejores periodistas de Ecuador, Tania Tinoco, que se convirtió en mi hermana. Gracias a ella supe que esta es una profesión que se vive… No es una pose de campaña, no es una actuación para la pantalla, ni un guion para una columna del diario.
Tania es una mujer que ha dejado la piel buscando la verdad, con glamour o sin él, sola o acompañada. Ella transpira una convicción única por la democracia y es así en todos los aspectos de su vida, créanme. Tania no es políticamente correcta, precisamente porque es periodista. Es libre y su libertad le resulta incómoda a muchos.
Los años le han hecho más aguda la intuición. Con la sensibilidad que siempre ha tenido, supo que debía seguir la pista de un hombre que conocía detalles de un escándalo de corrupción. Quería escuchar esa versión y guardarla hasta tener el cuadro completo. La entiendo: solo un periodista que no cuestiona habría dejado pasar la oportunidad. Y Tania no es de esas. Ella busca la verdad aunque deba hacerlo en la jungla o en París.
Porque si un político necesita un partido y una estructura para montarnos un show cada cuatro años, el periodista solo tiene su nombre y su hambre por entender el mundo… ¿Cómo queremos cambiar con política una realidad que no conoceríamos si no fuera por los periodistas? ¿Se supone que debemos aceptar como ciudadanos todo lo que los políticos y los medios deciden decirnos sin hacernos preguntas?
Yo, al igual que ustedes, tengo un gran signo de interrogación en mi mente. Faltan pocos días para las elecciones y se me está acabando la esperanza de que un político pueda mejorar de golpe el panorama del país en el que trabajo y vivo con mis hijos.
Pero aunque no sepa cuál es la mejor opción de la papeleta, estoy segura de que Ecuador no cambiará si seguimos aplaudiendo desde las butacas los discursos fingidos de los políticos y tratamos como sospechosos a los periodistas valientes.