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Hablaría mal de mí si solo nombro a los niños sirios como víctimas de un mundo fanático, en el que las religiones son las protagonistas de las más grandes y sangrientas guerras, del odio, la discriminación y la división.
Hablaría mal de mí si solo digo que a las víctimas de las guerras les hace falta publicidad para poder llamar la atención del mundo. Las niñas secuestradas en Nigeria sí tuvieron sus “quince minutos de tendencia”, pero luego el mundo las olvidó. Como mujer y como madre no puedo dejar de leer asqueada el secuestro de las niñas nigerianas.
Lo peor del caso es que para poder informarme a profundidad tuve que irme a medios de modesta fama, porque si las víctimas de Medio Oriente reciben poca cobertura, las niñas secuestradas de Boko Haram merecieron un interés fugaz. La noticia de su secuestro en abril de 2014 en el pueblo nigeriano de Chibok se conoció en Twitter: varias personalidades del mundo incluyendo Michelle Obama fueron parte de la campaña #Bringbackourgirls, que se viralizó hasta que todos hablaban de ella, todas las personalidades del mundo subían fotos en las redes pidiendo que devuelvan a las niñas. Malala, la pakistaní defensora de la educación para las niñas en Medio Oriente, también alzó su voz. Sin embargo, las niñas siguen secuestradas, y luego de que el virus pasó, se nos apagó el interés.
Hoy, de las 247 niñas secuestradas mientras dormían en su escuela, algunas están embarazadas, otras casadas con sus secuestradores, y unas tantas vendidas por 2 mil naires -un poco más de 12 dólares- y entregadas en Camerún. Solo 50 lograron escapar y sus testimonios son escalofriantes. Las secuestran para ser esclavas sexuales. Las obligan a dejar el cristianismo, las convierten en musulmanas. Las visten como tal, abusan de ellas para así tener hijos musulmanes y erradicar la educación occidental considerada como «pecado», según uno de los «principios» del grupo terrorista Boko Haram.
Así es, está leyendo bien… En el mismo año 2016 en el que usted vive y en el que se supone que no existe la esclavitud, esta forma torcida de ver el Islam hace que un grupo de seres destroce la infancia de estas niñas. Una interpretación que es mortal para ellas.
Para entender un poco mejor, este grupo terrorista ha matado ya a 12 mil personas en los últimos cinco años. Su blanco primario han sido los centros educativos y en distintos comunicados han declarado que seguirán atacándolos hasta que el gobierno nigeriano erradique la enseñanza cristiana – occidental, ya que esta es la principal razón de la corrupción en Nigeria. Boko Haram ha asesinado a más de 611 docentes y ha destruido alrededor de 900 escuelas cristianas.
La semana pasada se difundió un nuevo video en el que los secuestradores piden a los padres de las niñas presionar al Gobierno para llegar a acuerdos. Piden ayuda internacional y una de las niñas le pide valor a sus padres para lograr el rescate. En el perturbador video se ven niñas embarazadas. Más de 10 mil niños en Nigeria son privados de ir a las escuelas, pero las niñas son las víctimas predilectas. Esclavas sexuales que tienen prohibida la educación.
Cuando escribí sobre los niños en Siria lo hice pensando en mis hijos, y en realidad como un acto de introspección. Pero me detuve en Ellie, y me cuestioné si estoy preparándola adecuadamente para poder afrontar un mundo que es especialmente cruel con las niñas. ¿Qué estamos haciendo con nuestras hijas? ¿Les damos modelos de indecisión e inseguridad? ¿Las dejamos vivir en un entorno de violencia física o psicológica? ¿O realmente las animamos a desafiar los límites, salirse de los roles y crecer como mujeres seguras de sí mismas?
Todos podemos en algún momento estar en envueltos en una guerra. Hoy tal vez no, mañana no lo sabemos. La información es el arma más poderosa de todas. Sin información, una sociedad vive en la ignorancia; sin información, estamos aislados; sin información nos manipulan, sin información somos presa fácil del miedo.
No nos conformemos con tendencias o con campañas “exitosas”. No nos conformemos con la viralización de las noticias porque la viralidad no resuelve el problema pero nos lo pone en la cara, en la mesa del comedor.
¿Qué tan activo es usted en esta era apagada de sensibilidad y de empatía?
No le mostremos un mundo de juguete a nuestros hijos y salgamos de la zona de confort. No piense en las esclavas de Boko Haram, tampoco en los niños de Siria o en sus madres. Piense en sus hijos y quizás le importe más. Piense qué haría si esas niñas fueran suyas.